Marco Lara Klahr / marcolaraklahr@otromexico.com
Nunca se había producido en México
tanta violencia directa ni tanta saña homicida, con tal frecuencia, contra el
gremio periodístico. La violencia criminal y la corrupción política son la
mezcla que está ejerciendo esa presión sobre periodistas y medios noticiosos.
Esta atmósfera desoladora, que suma
cada semana a colegas asesinados, desaparecidos, golpeados o expulsados, nos
impide sin embargo mirar que en la raíz del problema está la histórica opresión
política y económica de los poderes contra la prensa.
Durante tres décadas he constatado
esa opresión lo mismo en el Distrito Federal que en los estados, con mayor o
menor intensidad, y se expresa en una mayoría de periodistas y empresarios
mediáticos complacientes o cuando menos adaptados, y una minoría que navega
como se pueda. Me refiero a medios que:
1.
Fueron creados con capitales
sustraídos del erario público, por complicidades políticas ―comenzando por las
de los gobernadores, que desde el momento en el asumen el poder suelen
adquirirlos o los crean para contrapesar a medios críticos o no serviles.
2.
En modo alguno podrían subsistir sin
la asignación de publicidad oficial, por vías formales y/o informales, así como
la partidista en tiempos electorales.
3.
Son reproductores de las versiones
oficiales en los ámbitos político, de gestión gubernamental, policial y
judicial, invisibilizando al grueso de la comunidad.
4.
Tienen dueños favorecidos con
contratos para proveer al sector público de productos y/o servicios, o detentar
concesiones de negocios dedicados, por ejemplo, a la publicidad exterior, la
impresión de papelería oficial y libros, y en otros ámbitos ajenos al
periodístico.
5.
Son críticos para ejercer presión
hasta que el poder político les asigna publicidad ―hoy esto incluye a muchos
medios por Internet.
6.
Un puñado de medios marginados,
acosados, reprimidos o quebrados por ser independientes.
7.
Y esa minoría que en el Distrito
Federal y otras pocas ciudades son exitosos porque tienen mejores márgenes de
negociación política.
Un sistema de medios así produce
periodistas que, asignados a los sectores políticos, económicos, policiales y
judiciales:
1.
Cobran porcentaje de toda publicidad
que recibe su medio de tales sectores.
2.
Se dedican a la venta de publicidad
para patrocinar sus espacios.
3.
Utilizan sus espacios para hacer
publicidad «encubierta», incluidas entrevistas «facturadas».
4.
Reciben regalos que van desde autos
hasta iPads, por ejemplo, en fiestas navideñas.
5.
Son también proveedores, contratistas
o concesionarios del gobierno.
6.
En el caso de los policiales y
judiciales, reciben salarios o «apoyos» de diversas dependencias; les son
asignados vehículos que fueron requisados y hasta armas ―recuerdo el caso del
director de un medio del norte que traía en la cajuela de su auto un fusil de
asalto, «regalo de mi compadre el general jefe de la zona militar»―, y cubren
acríticamente las «presentaciones» de detenidos y los operativos policiales y
militares a cambio de recibir información sustraída ilegalmente de expedientes
judiciales.
7.
Son críticos hasta que reciben
prebendas del poder.
8.
Son mensajeros del crimen organizado
hacia el resto del gremio periodístico.
9.
Unos pocos independientes que son por
ello perseguidos y en ocasiones marginados, golpeados, desaparecidos,
asesinados y/o expulsados de sus comunidades.
10.
Los que en algunas capitales
sobreviven dignamente del ejercicio de la profesión.
Lo que quiero decir es que
sorprenderse porque hoy los periodistas y los medios de varias regiones no
pueden informar a la sociedad sobre el crimen organizado y sus vínculos con el
poder político es eludir que en México la prensa nunca ha sido plenamente
libre, y que la presión que hoy vivimos los periodistas es solo una versión
«recargada» de la anterior.
Antes padecíamos a gobernantes y
políticos incapaces de respetar el ejercicio de la libre expresión, expertos en
opacidad e intolerantes. Hoy seguimos padeciéndolos, pero imbricados con
poderes criminales más o menos autónomos. Y, como decía Javier Darío Restrepo
en el Foro «Mundos distintos, amenazas similares» [Institute of the Americas,
marzo 26-29, 2012, San Diego, California], «El silencio para ellos
[narcotraficantes y servidores públicos corruptos] juega un papel tan
importante como las armas o el dinero. De hechos, estos dos instrumentos se utilizan
para imponer silencios».
En un contexto así, el desafío de los
periodistas ―que no podremos asumir sin el apoyo de nuestras comunidades― es
preservar o ensanchar la independencia, pues como dijo también nuestro querido
Javier Darío, «[…] el soborno o la intimidación [son] dos formas de presión a
las que el periodista debe oponer la fragilidad de la palabra y sobre todo la
consistencia de su independencia. Esto es más fácil decirlo aquí que hacerlo…
pero hay que hacerlo o buscarse otro oficio».
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