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domingo, 10 de junio de 2012

La desaparición de una familia


 Redacción
El caso de la desaparición de la familia “Castro Gurrola“, forma parte de uno de los tres expedimientos con seguimiento especial por parte del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad en Xalapa, que encabeza el poeta Javier Sicilia.
De acuerdo con la ficha difundida por la organización, se trata de un hecho ocurrido en Xalapa que involucra la desaparición de una mujer y sus dos hijas, el pasado 6 de enero de 2011 en la capital del estadoLa ficha, narrada por un familiar, dice lo siguiente:
“A las dos de la madrugada aproximadamente entraron a mi domicilio y sustrajeron un grupo de gentes armadas a mi esposa, Josefina Campillo Carreto, de 49 años de edad, ex síndica de Actopan, Veracruz, a tres días de haber entregado la sindicatura, a mis hijas Joahana Montserrat Castro Campillo, pasante de arquitectura, a días de presentar su examen profesional en la facultad de arquitectura de la Universidad Veracruzana y Karla Verónica Castro Campillo, de 19 años, estudiante de diseño gráfico, tercer semestre de la escuela Gestalt“.
“Me entero vía radio de su desaparición, de inmediato me traslado a la ciudad de Xalapa desde la Ciudad de México, encontrando en mi domicilio algunos parientes que me narran lo sucedido y en mi casa, signos de violencia”.
“Se les llamó a las autoridades ministeriales, AVI, peritos, etc. Se levanta el acta correspondiente en el mp, se da inicio a las investigaciones, se le da aviso al procurador en turno y al msimo gobernador, con personas allegadas y la respuesta fue nula, las investigaciones ya no avanzaron y optan por mandarlo al ámbito federal (Siedo)”.
“Después asistí a dos reuniones con el presidente de la república, el secretario de gobernación y la procuradora. A la fecha no ha sido suficiente para lograr el esclarecimiento de la desaparición de mi familia, no hay avances significativos, dando como resultado la sensación de impotencia y frustración”.
“De parte de las autoridades nos dicen que ‘no se ve para cuando’, ya pasó un año, cinco meses y se sufre nada más de pensar ¿están vivas? para ir por ellas y tener un lugar en donde llorar”.
“Es muy doloroso llegar a una casa vacía, en la que se respira la presencia de ellas por sus fotografías y sus cosas personales que se mantienen tal como las dejaron, no se vive, se muere todos los días, hay un desgaste en lo moral, físico, emocional y económico y sin proyectos para el futuro porque son mis hijas las que me hacían trabajar duro para ser una buena familia, pero lo que más me parte el alma es ver a mi hijo más chico cuando llego a verlo, que me mira a los ojos esperando que le diga que ya encontré a su mamá y a sus hermanas y no tener ya palabras ni mentiras que decirle”.

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