Martín
Quitano Martínez
“No pretendamos que las cosas cambien,
si siempre hacemos lo
mismo”
Albert Einstein
A unos días del primero de Julio y las campañas han
quedado a deber mucho frente a las necesidades nacionales; los candidatos han
paseado sus limitaciones, sus lugares comunes, su incapacidad para plantear una
agenda que permita vislumbrar pactos o acuerdos que, más allá del ganador de la
elección, brinden la oportunidad para
conformar las salidas urgentes que remonten las debilidades de un país que
requiere cirugía mayor.
La necesidad de votar en medio de las calamidades
nacionales es más que un mero discurso. Votar es una obligación que alcanza su importancia
mayor cuando en ello se plantea la
definición de país que queremos, es la jornada del próximo domingo, el
ejercicio en el cual se podrán ajustar las dimensiones de la calidad ciudadana
que tenemos, que respalden opciones y más adelante exijan cuentas.
Para nuestra sociedad en elecciones, el reto es enfrentar
los últimos días de acosos y presiones de las estructuras partidistas, que han
hecho de nuestra democracia una idea pobre de las capacidades públicas, promoviendo
la idea de una ciudadanía débil, aún sujeta a viejas y anacrónicas formas de
comportamiento de individuos y organizaciones que han impedido los avances que
debiéramos de tener.
Votar sugiere la capacidad de entender, de comprender y
sentir que en las opciones que se nos presentan existe la posibilidad de
atisbar algunas diferencias, porque los candidatos también son los grupos que
representan, los proyectos de país que plantean, diferencias por las que hay
que apostar y dirimir con el sufragio.
La irracional y penosa situación nacional, debe de
enfrentarse con actos mínimos pero posibles y trascendentales que nos convierten
en sujetos de la historia que construyen alternativas. Votar es una responsabilidad mayor que tiene que
protegerse de las visiones y acciones
antidemocráticas que hoy más que nunca parecen perseguirnos y amedrentan la
intima decisión para darnos la oportunidad de cambiar.
Las candidaturas por la presidencia ya están plenamente
identificadas y nos toca a nosotros elegir en consecuencia; reitero que todos
han quedado a deber y parecieran no estar a la altura de los retos que se
tienen por delante y sin embargo por alguno debemos decidirnos.
En mi caso votaré por Andrés Manuel López Obrador
convencido de que mas allá de los disgustos que me supone su visión fundamentalista
y ausente de autocrítica, está acompañado por personalidades que sin duda han
demostrado su capacidad y tesón por lograr un México distinto y que por ello empeñan
mucho más que sus nombres y prestigios.
Las
otras candidaturas agrupan los intereses de la continuidad de un modelo que se
cobija en la impunidad y en la corrupción, en la ignorancia y compra social, en
la pobreza y el desprecio de la ley, en la ineficiencia y la falta de
compromiso por una visión de un México distinto
En
cualquier caso y en la idea de que pese a todo y a tirones, se han logrado modificaciones y conquistas que se tendrán
que defender, gane quien gane. El compromiso social deberá vincularse a la
exigencia permanente del cumplimiento de sus ofertas, en la solución de los problemas que marcan
grotescamente a nuestro país.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Nuestro
País merece tener esperanza.
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